Sobre la agencia
La unidad de la conciencia y el sentido de agencia
Un ejemplo claro de modificación de la unidad de la conciencia es la operación de bisección cerebral o comisurotomía. En jerga neurocientífica, comisura es un conjunto de fibras que conecta áreas cerebrales y esta operación trata de cortar el mayor haz de fibras del cerebro: el cuerpo calloso. Unas 200 millones de neuronas que conectan con el otro hemisferio cerebral puede no sonar a demasiado, siendo 86 mil millones el número total de estas. Sin embargo, si tenemos en cuenta que el cerebelo se lleva la mitad de las neuronas ―aunque curiosamente la agenesia cerebelar no afecta a la conciencia, como el caso de la paciente china del hospital militar de Chengdu en 2014 o el mítico caso de origen al mito de la ausencia de síntomas en estos casos señalado por Glickstein en 1994― y que esos 200 millones de conexiones son la gran mayoría de las que comunican ambos hemisferios. La bisección cerebral es una operación que se lleva a cabo como último recurso ante epilepsias resistentes a fármacos, de tal forma que evita la expansión en los ataques.
La conciencia parece romper su unidad, creando dos centros aparentes que son observables en condiciones de laboratorio. Hay tareas divididas en los hemisferios, por lo que la falta de comunicación deriva en el uso de informaciones contradictorias. De tal manera, una misma persona puede responder a tareas visuales ―donde cada hemisferio maneja la información visual contralateral― con una respuesta verbal y otra escrita. Esto es debido a que la producción oral está influida por el hemisferio izquierdo y la mano izquierda por el hemisferio derecho.
Otros ejemplos de variación en la conciencia son los de anosognosia y heminegligencia. En la anosognosia o falta de conciencia de déficit, el paciente puede mostrar claramente dolencias mientras defiende a capa y espada que se encuentra perfectamente y que se encuentra en la consulta porque le han obligado a ir, por ejemplo. Grabar a un paciente caminar inclinado hacia un lado y enseñarle el vídeo puede disuadirlo de que hay un error en la percepción de sí mismo, como ocurre en el capítulo 8 de El hombre que confundió a su mujer con un sombrero de Oliver Sacks. En muchas ocasiones, la actitud y las emociones son el primer inconveniente en clínica, por lo que resolver la anosognosia se convierte en la máxima prioridad ―así como un trato correcto no pidiéndole a los pacientes que hagan tareas que no son capaces de hacer, ya que les mina la moral y el componente emocional suele ser el motivo de abandono de rehabilitación por parte de las personas con conductas adictivas―. La heminegligencia, por su lado, conlleva la pérdida de atención o experiencia de la mitad del propio cuerpo y/o de los objetos observados. Esto produce imágenes divertidas como un plato de comida del que solo se ha comido la mitad derecha del plato o afeitarse la mitad de la barba. En este caso, más que una pérdida de la unidad de la conciencia, se ve afectado su rango.
Sam Harris tiene una cita en su libro Free Will que dice: «No estás controlando la tormenta, y no estás perdido en ella. Tú eres la tormenta». Sin duda, esto es lo que queremos decir en nuestra vida cotidiana cuando decimos que alguien está haciendo algo. Decimos que su microbiota, su amígdala, su núcleo accumbens (o estriado ventral) y su corteza prefrontal ―por mencionar los ejes de la conducta motivada―, la modificación ambiental de la expresión génica (epigenética) desde el útero y los rasgos culturales y la genética poblacional a lo largo de la historia de nuestra especie son ellos. No obstante, no nos sentimos responsables de haber nacido en la familia o la cultura equivocadas. En cierto sentido, pensamos que somos nosotros mismos a pesar de nuestras circunstancias y el paso del tiempo. Nos sentimos disociados de toda la la casuística, pero sabemos que ese sentimiento es infundado, ya que de darse otras condiciones, no seríamos los mismos.
Patrick Haggard muestra cómo nuestro cerebro percibe tonos y sus propias acciones en tiempos distintos según si la acción es voluntaria o producida exógenamente. El acto voluntario produce un acercamiento en los tiempos experimentados fenoménicamente, provocando la sensación de agencia. Los experimentos de Haggard proporcionan una visión contemporánea a través de la cual podemos examinar la dinámica temporal de la experiencia consciente y la agencia. Estos hallazgos muestran la existencia mecanismos por los que el cerebro atrae percepciones y acciones voluntarias, creando así la experiencia consciente de la agencia.
De la misma forma en que nos sentimos agentes productores de nuestra conducta, nos sentimos agentes productores de creencias o agentes epistémicos. La agencia epistémica, según la enciclopedia de filosofía Stanford, se refiere al control que los agentes pueden ejercer sobre sus creencias. La evidencia científica sobre cómo adquirimos nuestras creencias y cómo fabulamos la naturaleza de nuestras opiniones (es decir, como nuestro cerebro da razones falsas a posteriori para mantener la experiencia de agencia epistémica) indica que, como nos indica Haggard con el Sense of agency, las cosas no son como parecen. Especialmente el efecto de los jueces hambrientos, donde los jueces pueden dar razones acerca de sus decisiones judiciales, sin embargo, el tiempo transcurrido desde la última ingesta se vuelve el factor predictor más fino de su conducta. La caricatura de «la justicia es lo que desayunó el juez» es extrapolable a la toma de decisiones humana en general. Tiene mucho sentido, ya que la literatura científica apunta no solo a que nuestro cerebro es el órgano más demandante de glucosa del cuerpo sino que, dentro del cerebro, la zona más demandante es la corteza prefrontal, clave en la toma de decisiones. Esta parte de la corteza de nuestro cerebro se la conoce como la sede de la función ejecutiva, llamada así por llevar a cabo las tareas principales de un ejecutivo: planificar, organizar, guiar, revisar y evaluar el comportamiento para alcanzar metas.
En la reflexión Sobre la libertad introduje la distinción entre libertad en sentido amplio y libertad en sentido estricto. En el caso de la agencia podemos trazar una distinción similar, aunque no idéntica. La libertad en sentido amplio la podíamos diferenciar al añadir a la definición «ausencia de coerción» el apellido «por entes inteligentes o instituciones creadas por estos». En el caso de la agencia, podríamos decir que su sentido estricto ―el equivalente a la ausencia de coerción― es inexistente (al igual que en el caso de la libertad). Es decir, no hay agencia, entendiendo esta como lo que nos parece. ¿Qué quiero decir con lo que nos parece? Nos parece que somos un ente unificado que realiza acciones con metas de interés a ese homúnculo o ejecutivo central. En cambio, existe toda serie de sistemas y subsistemas a diferentes niveles (molecular, de redes, etc.) que trabajan bajo normas y forjados mediante selección natural a lo largo de la historia cuyo análisis parece remar en la misma dirección con una intención. Están orquestados de tal forma que generan esta sensación de agencia altamente adaptativa. De la misma forma, la sensación de libertad y conceptos como la moral encuentran un poder adaptativo enorme para la vida en sociedad.
La libertad en sentido amplio nos permite hablar en términos políticos de libertad sin incurrir en disonancias cognitivas. Del mismo modo, hablar de agencia puede no tener sentido cuando se hace un análisis de la conducta a nivel microscópico, pero es una maravillosa façon de parler para transmitir un mensaje. En sentido amplio decimos que las personas desean cosas, y esta es una forma muy útil de resumir sus estados cerebrales y somáticos, pero nada más que eso. No obstante, en cierto sentido, es algo más que una forma de hablar. A pesar de que la agencia sea una quimera, su construcción designa lo que pensamos como ente que actúa y, por tanto, hablar en sentido amplio de agentes que actúan es correcto por la existencia de estos sistemas de creación de sensación o sentido de agencia. Sin embargo, al no existir estos sistemas para los conjuntos de personas, carece de sentido decir cosas como que el pueblo español «desea» algo. Un ejemplo más cercano y menos político sería decir que cierto equipo de fútbol desea la victoria. En este caso no queremos decir nada más que cada uno de los jugadores y el entrenador desean la victoria. Decir que un equipo tiene «espíritu ganador» no quiere decir que haya una sustancia inmaterial que permea a todos los jugadores con un halo de energía. Es una forma resumida de decir «fulano desea ganar» con cada jugador, y esta sería otra forma resumida de decir «la corteza orbitofrontal medial de fulano se encuentra activada cuando piensa en ganar, así como su núcleo accumbens rebosa dopamina, etc.».
¿Qué piensas sobre la agencia? ¿Te parece correcta mi distinción entre sentido estricto y sentido amplio? ¿Y en el caso de la libertad? ¿Te parece la agencia un requisito lingüístico?
Algunas referencias
RN Lemon, SA Edgley, La vida sin cerebelo, Brain , Volumen 133, Número 3, marzo de 2010, páginas 652–654, https://doi.org/10.1093/brain/awq030
Haggard, P., Clark, S., & Kalogeras, J. (2002). Voluntary action and conscious awareness. Nature Neuroscience, 5(4), 382–385. https://doi.org/10.1038/nn827