Sobre el concepto de verdad

Criterios pragmático, de coherencia y de correspondencia de la verdad.

Ignacio Molinero Moles

6/26/20233 min read

¿Qué es verdad? Todos hemos oído alguna vez frases como «expresa tu verdad». Estas frases resultan tan confusas que uno puede plantearse incluso si la persona con la que está dialogando cree que exista tantas realidades como personas en el mundo.

Existe la definición pragmática de la verdad (e.g., verdad es aquello que funciona), pero todos entendemos que algo puede funcionar independientemente de que la visión de la realidad que tenemos sea errada. Asimismo, contamos con la verdad como coherencia. Es cierto aquello que es coherente. Bajo mi punto de vista ―y creo que debe ser bajo el punto de vista de todos― estos, más que definiciones de verdad, son requisitos que debe cumplir algo para que sea verdad. Sin embargo, podríamos construir un modelo coherente y que funcionase, pero no ser verdadero y que lo descubriésemos tras años de falsa creencia en él.

Podríamos pensar que la verdad es una característica que puede tener o no algún acontecimiento u objeto, pero entonces estaríamos condenados a utilizar los conceptos «verdad» y «realidad» para designar lo mismo. Para solventar este malentendido, comenzaré reconociendo que la verdad es un atributo predicable de los juicios que emitimos. Llegados a este punto, cualquiera puede advertir que la verdad y la falsedad de nuestros juicios reside en su relación con la realidad.

Es por esto que nos acogemos a la verdad como correspondencia con la realidad, ya que es un criterio más estricto y correcto que el pragmático y el de coherencia. Todo lo que es verdad funciona, pero no necesariamente todo lo que funcione tiene que ser verdad. Todo lo que es verdad es coherente, pero no todo lo coherente tiene que ser verdad.

Esto nos plantea la duda de si podemos realmente conocer algo. Si nos extendiésemos en ese punto, este texto dejaría de merecer ser llamado reflexión breve. Por esta razón, acotaremos la discusión a los puntos tratados, no sin dar una pista de la respuesta: juzgar la veracidad de una proposición se basa en qué no es verdad. Debo recordar que esta pista va dirigida a tratar la veracidad o falsedad de un juicio y no a qué deberíamos considerar verosímil. Ante esta segunda, Carl Sagan ya nos dejó una «navaja» muy útil: «las afirmaciones extraordinarias requieren evidencias extraordinarias».

Volviendo al asunto, es por esto que encuentro el criterio de correspondencia como el criterio de verdad más convincente. Solo podemos saber si un juicio es verdadero cuando se compara su contenido con la realidad.

Esto último es lo que diría un positivista lógico, que piensa que los juicios solo tienen sentido si atañen algún aspecto de la realidad. Yo encuentro meridiano no solo que los juicios no coherentes son falsos, sino que los juicios coherentes de conceptos que no atañen a la realidad también lo son. Podríamos decir que hay otra correspondencia entre estos juicios y su propósito. Su definición y su utilidad para nosotros como herramientas de pensamiento les dota de un carácter que podemos calificar como verdadero o falso. De esta manera, aunque no hubiese nada en la naturaleza que pudiéramos reconocer como triángulo, el concepto cumpliría su propósito, a saber, designar una figura de tres lados y tres ángulos y, si hablamos de uno euclidiano, además de esto, que sus ángulos sumen 180º. 

En este mismo sentido, debo decir que el criterio pragmático de la verdad me parece errado en su esencia. Cuando decimos que algo funciona, no se está haciendo la afirmación de que eso sea verdad, sino únicamente que funciona. Por supuesto, se puede decir que es falso (en términos de correspondencia) si afirma que algo funciona cuando en realidad no lo hace. Que un juicio pragmático sea exitoso no significa hacer una afirmación acerca del funcionamiento de la realidad, sino hacer una afirmación acerca del éxito predictivo. Aplicarle el significado de ser reflejo de la realidad sería un error porque nunca se propuso cargar ese peso. No obstante, los juicios pragmáticos los entendemos como ambiciosos corredores de apuestas que no solo buscan el juego, sino que la realidad sea idéntica a la idea que tiene en la cabeza. Los modelos no se restringen en aportar poder explicativo, sino que buscan desentrañar el engranaje de la realidad. En este sentido, sí que somos capaces de atribuir veracidad y falsedad a un juicio pragmático. 

Entonces, ¿podemos decir que un juicio sea verdadero? Afirmar la verdad de algo implica afirmar la imposibilidad del error cuando se trata de un juicio positivo. Sin embargo, cuando se trata de afirmar la falsedad de algo, tenemos herramientas más que suficientes. Es por esto que puede haber conocimiento, pero el conocimiento avanza cuando nos damos cuenta de qué no es verdad. Debo este criterio falsacionista a Karl Popper. Que esto sea así nos resulta extremadamente útil a la hora de juzgar la veracidad o falsedad de aquellos juicios naturales, así como de aquellos que se esconden del escrutinio científico, como por ejemplo el concepto de dios ―que trataremos en algunas reflexiones futuras―, las propias matemáticas y la lógica.

¿Qué piensas? ¿Es la verdad aquello que se corresponde con la realidad? ¿Podemos atribuirle veracidad a juicios metafísicos? 

Subscribete a nuestra newsletter