Con ardiente preocupación
Sobre las ideas, la libertad de expresión y la deriva moral
Con ardiente preocupación escribo estas palabras. Con ardiente preocupación como la encíclica del papa Pío XI (Mit brennender Sorge) frente a las doctrinas nacionalsocialistas. Si la noticia ha escapado al conocimiento o la atención de mi lector, le comunico que el pasado día diez asesinaron a Charlie Kirk en el campus universitario de Utah de un disparo en el cuello. Lo supe a las pocas horas y lo contemplé desde una de las primeras filas. Aquella noche apenas pude dormir bien y me desperté en repetidas ocasiones con la imagen de Charlie, quien hace segundos se encontraba hablando con normalidad, paralizado, torcido a su izquierda y con un río de lava roja que brotaba a borbotones de su cuello. Sobre su cabeza había un cartel que rezaba «muéstrame que me equivoco» (prove me wrong) y su camiseta tenía inscrita una palabra: «Libertad» (freedom).
Acuden a mí ahora la fuerza y el imperativo moral de pronunciarme, de decir que me siento como un extranjero en este mundo, que parece como si hubiesen injertado a una parte de la sociedad y otros tantos hubiesen sido sustituidos por habitantes de universos alternativos.
Kirk defendía la segunda enmienda, la vida, la libertad religiosa (y la religión cristiana) y otros tantos temas que le hacían un conservador moderado. Los medios de comunicación españoles se han hartado de llamarlo «ultra», racista, homófobo, tránsfobo, etc. Investiguen un poco más y vean que nada se aleja más a la realidad: solo era un trumpista de treinta y un años, padre de familia que quería lo mejor para su país y le gustaba debatir. Kirk era una persona muy influyente, pero no era candidato a presidente ni nada parecido. Esto hace que su asesinato produzca una sensación especialmente mala en Konstantin Kisin: «Espero equivocarme. Pero esta noche parece como si se hubiera cruzado una línea invisible que ni siquiera sabíamos que existía. La última vez que sentí algo así fue el 11 de septiembre, cuando quedó claro, sin saber el cómo ni el porqué, que el mundo estaba a punto de cambiar para siempre. Como si las reglas del juego hubieran cambiado para siempre y ya no hubiera vuelta atrás al pasado inocente y pacífico».
No quiero llenar la entrada con los comentarios deleznables de cientos de jóvenes y adultos que celebran su asesinato político, pero por poner uno suave, mostraré el de Pedro Vallín: «Hannah Arendt nos enseñó que las palabras matan mucho antes que las balas. Charlie Kirk ha disparado contra muchos, siempre los más vulnerables. Y, como hemos visto, también contra sí mismo. Su asesinato es un Premio Darwin de la Política». Dentro de los repugnantes mensajes que he leído, éste muestra bien 1) la pérdida del valor de la vida para muchas personas, 2) el pensamiento de que «se lo tenía merecido» y 3) la presentación de la defensa de la tenencia de armas como justificación. Uno que especificaba esta última consigna decía: «Yo no estoy de acuerdo con la muerte de Kirk, pero Kirk estaba de acuerdo con la muerte de Kirk».
No existen en mi léxico palabras para expresar la repugnancia, la desolación y la tristeza que me producen tanto las imágenes como los comentarios que ha desatado este asesinato. No puedo imaginar como alguien con quien haya podido compartir risas y anécdotas, alguien que disfrute y ame la vida o alguien que se preocupe por su mascota puede celebrar el asesinato de otra persona. Uno de los temas que trataba Kirk era la estafa de la universidad. Más allá de que ciertos grados aporten más o menos al futuro laboral, si —como hacen muchas de estas personas que celebran su muerte— el resultado de asistir a ciertas universidades produce personas que pierden el valor de la vida y justifican el asesinato de un hombre por sus pensamientos —como si de un lobo con piel de cordero se tratase—, prefiero evitar esos centros. Prefiero volver solo por la noche a mi casa caminando al adoctrinamiento que estas personas muestran.
A todo aquel que haya celebrado o justificado el asesinato de Kirk: si decir cosas desagradables para otras personas justifica que te fusilen, ¿acaso no estás validando a una persona del «otro bando» para que te fusile por tus ideas, ya que para él son repugnantes? ¿Acaso no justifica ese pensamiento las muertes de tantas otras causas que defiendes y abanderas?
Charles Whitman protagonizó un episodio en 1966 que lo hizo recordar como el «Francotirador de la Torre de Texas». Mató con un cuchillo a su madre y su esposa y luego subió a la torre de la universidad y disparó durante más de hora y media, asesinando a quince personas e hiriendo a otras treinta y una. Dejó en su diario y en varias notas lo que había hecho, que no se entendía a sí mismo y rogaba que se donase dinero del seguro a instituciones de salud mental. La autopsia reveló un glioblastoma, es decir, un tumor que le produjo amplias zonas de necrosis y que le oprimía la amígdala, centro conocido por las respuestas agresivas, entre otras. ¿Por qué actúo así el asesino de Kirk? ¿Tiene algún rasgo cerebral que nos dé una pista? No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que a lo largo de la historia, las ideas han movido a las personas, como dice la teoría memética de Richard Dawkins. Morir por las ideas de patria o Dios ha sido muy común. La deshumanización del otro ha sido una estrategia de justificación moral de genocidio: los hutu llamaban cucarachas (inyenzi) a los tutsis en el genocidio de Ruanda. El asesino tenía unas inscripciones antifascistas en los casquillos de las balas. ¿Nos asegura esto que el asesino había deshumanizado a Kirk, haciendo más fácil para él presionar el gatillo? No, pero debemos advertir que es una posibilidad. De hecho, me temo que es una posibilidad que aumenta con las reacciones al asesinato y su justificación.
Por todo esto escribo con ardiente preocupación a toda la gente que piense que puede estar remotamente justificado, que es «irónico», «poético» o «curioso», como he escuchado y leído una miríada de veces en estos pocos días. Quiero dejarlo aquí, pero no puedo irme sin recordar unas palabras que dijo el mismo Kirk y que han vuelto con su asesinato: «Cuando la gente deja de hablar, empiezan a ocurrir cosas realmente malas. Cuando los matrimonios dejan de hablar, sucede el divorcio. Cuando las civilizaciones dejan de hablar, sobreviene la guerra civil».